domingo, 14 de agosto de 2011

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Estar despierta de noche se siente como volver al pasado. La cocina, tenuemente iluminada, se muestra casi inexistente en este alterne, blancamente cotidiana. Podria ser cualquier cocina ahora mismo, la que yo quisiera, la de Banana Yoshimoto, la mia, cualquier otra inventada. Sus azulejos me transportan a algunos años atrás, a la vergonzosa adolescencia, tan solitaria por aquel entonces. Noches sin fin aparente con la misma secuencia musical que se repetía, variando solo el contenido de la pantalla del ordenador.

Si me gustara fumar, seria romantico tener un cigarro encendido. Pero tengo la garganta resentida, resfriado de verano, y tampoco me apetece montar la cachimba.

Escuchar esta nostálgica canción me hace pensar en mi hermana,

Well you can cry me a river, cry me a river,

y en como cambian las cosas. Ya no sé ni que pensar de la vida. Sé que no es malo, que las cosas como ésta acaben, pero son tantos años de intima conexión que mi cuerpo no se ajusta del todo. Y estoy bien, pero los recuerdos de algún que otro concierto, o memorias escondidas mas allá de Alma en las palabras de Bon Iver, me hacen sentir terriblemente triste a veces. Porque sé que la quiero, pero parece que se me olvida como hacerlo. Es extraño acostumbrarse a que el Campo ya no es mi santuario, que ellos no son ya mi única pasión y refugio. Es difícil cambiar la forma de amar las cosas.


Estos días me vienen fragmentos de momentos con Alma, en su otro piso, esa habitación que olía a ella, con sus sabanas lilas, o Skinny love en su piscina de Jaen, en su cama del nuevo piso. Sus dedos haciéndome cosquillas en la moto, darle besos en la mejilla con el casco estorbándome. Observar el contorno de su cuerpo en la noche, en esta cama tan grande para una persona. Sus lametazos en la nariz, besos en el cuello. Girls.

Ha sido un año tan fugaz como un minuto, rutinario. El sueño por la mañana al ir a clase, las practicas, hacer la comida con alma abrazada a mi espalda, ver una serie, hacer el tonto en el ordenador, cenar o salir por ahí (kebab, mcdonald’s los domingos, chino para festejar). El rato de acostarnos juntas en su cama y hacer el tonto, o el amor. He descubierto que adoro el sueño que me embriaga tras un buen orgasmo, acurrucada a su lado, tan cerca de mí.

Se me hace igualmente extraño en ocasiones pensar en ella, y en Bea y en todos de la uni. No los cambiaría por nada del mundo. Ni siquiera por el campo. Por eso me da tanto miedo irme y dejarles atrás. Sobre todo a Alma, mi amor y mi vida. Es un sentimiento tan diferente el que siento por ella, tan suave e intenso a la vez, mareante por sus variaciones, por mi emocionalidad. Un amor tan...no se. Nunca me ha pasado que no he podido describir algo con exactitud. Por eso me encanta.

Mientras mas releo esto que ni se que se supone que es, mas cosas me apetecen escribir. Sobre Bea, por ejemplo, y la valiosa amiga que he encontrado en ella. Lleva dos semanas viviendo conmigo en la manga y me siento muy unida a ella. Su realismo, que tira de mi idealismo. Sus tonterias, su risa estridente y pegadiza, su personalidad intensa. Siempre he sido persona de pocos amigos y ella desde luego se ha buscado un buen hueco.


En fin. No tengo ni idea de que me va a pasar. Ni sé que quiero, por primera vez en mi vida. Y eso me asusta, pero algo escondido entre las notas de Lost in Translation, que hacia tanto que no escuchaba, me dice que de alguna manera, saldrá todo bien. Eso quiero creer.

Quiero ser feliz y no arrepentirme de mis decisiones.

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